Tras la salida temprana del cepo, aunque parcial, las conversaciones en el mundo pyme ahora giran en torno al tipo de cambio de largo plazo, su valor de equilibrio y el impacto que esto tiene en los planes de negocio en marcha. La flotación administrada por el Banco Central, que busca mantener al dólar dentro de ciertos márgenes, exige un nivel de credibilidad en la política económica que el Gobierno no puede permitirse perder.
Si esa credibilidad se consolida, será posible incentivar con más fuerza las inversiones de largo plazo -especialmente las de capital extranjero- y facilitar el ingreso de divisas para apuntalar los objetivos macroeconómicos. La búsqueda de mercados externos se está volviendo cada vez más relevante para quienes lideran pequeñas y medianas empresas.
En una encuesta realizada en enero por IAE Business School sobre las expectativas de las pymes frente a una posible salida del cepo, la mayoría de los participantes (61%) anticipó un impacto positivo en la gestión de sus empresas, mientras que un 33% consideró que el efecto sería neutro y solo un 5% estimó que sería negativo. Si bien las percepciones variaron por sector, predominó una visión favorable y una demanda por la liberación en la compra de divisas.
Las empresas con una fuerte capacidad en comercio exterior -como las del sector agroindustrial (64%), por su perfil exportador, y las del rubro comercial (69%)- perciben de forma más favorable la salida del cepo. En cambio, la industria todavía siente la amenaza de una mayor apertura a las importaciones (58%), una competencia difícil de enfrentar con los altos costos internos de la economía local, tanto fiscales como laborales y logísticos.
Para que los procesos productivos puedan competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo, la eliminación del cepo cambiario tiene que ir acompañada de más medidas orientadas a mejorar la eficiencia en todos los niveles del sector público.
Al analizar la salida del cepo según el tamaño de las empresas encuestadas, las más entusiasmadas fueron las pequeñas (entre 10 y 50 empleados) con un 64% de los encuestados con una expectativa positiva, por encima de las medianas y medianas grandes (más de 50 empleados), con 62%, y de las microempresas (menos de 10 empleados), con 57%.
Las microempresas -muchas aún en etapa de gestación o en proceso de desarrollo de su modelo de negocio- perciben la medida de dos formas: por un lado, como una posible amenaza frente a una competencia más fuerte y una mayor dificultad para sostenerse en el mercado; por otro, como una medida cuyo impacto todavía no es claro ni inmediato. Por eso, muchas tienen una percepción neutra respecto del levantamiento del cepo hasta tanto se definan mejor los efectos.
Luego de un proceso de ajuste de variables que distorsionaban la gestión de los negocios -especialmente en el sector pyme, que suele tener menos recursos para afrontar cambios bruscos-, se logró avanzar hacia un escenario más ordenado. El control del gasto público permitió alcanzar ya el superávit fiscal. Esto contribuyó a una baja significativa de la inflación. Al mismo tiempo, se inició una reestructuración del Estado, orientada a mejorar la eficiencia y fomentar la creación de empleo.
En este contexto, la liberación del cepo cambiario aparece como una medida clave para facilitar una relación más fluida entre nuestro país y el mundo. La reacción del mercado ha sido, en general, positiva. Se reconoce que las variables de gasto y financiamiento -sin recurrir a la emisión- están hoy bajo control.
Este nuevo escenario invita a las pymes a reflexionar sobre la necesidad urgente de mejorar la productividad y capacidad de gestión. El entorno internacional es altamente competitivo y volátil. En este sentido, muchas pymes deberán reconfigurarse. Tendrán que enfocarse en sectores estratégicos donde la Argentina tiene ventajas comparativas y en industrias vinculadas al conocimiento y los servicios, apostando a la retención de talento.