En un contexto de recuperación económica despareja, desaceleración inflacionaria, flexibilización cambiaria y proteccionismo global, las pymes aún conservan ventajas diferenciales: su cultura emprendedora, la resiliencia forjada en crisis sucesivas y su fuerte anclaje territorial las posicionan como actores clave para reactivar la economía.
Las pymes representan más del 95% de las compañías del país, la columna vertebral del aparato productivo argentino. Sin embargo, la fragmentación de intereses, la falta de renovación dirigencial, la escasa articulación con sindicatos y el Estado, y la baja capacidad técnica para definir estrategias compartidas han dejado al empresariado pyme como un actor débil y disperso.
Ante esta situación, es clave impulsar nuevos espacios sectoriales de carácter mixto, con participación de empresarios y representantes sindicales genuinos. El objetivo es generar acuerdos que se traduzcan en alianzas tecnológicas, inversiones conjuntas y estrategias de internacionalización, que puedan luego escalarse y presentarse ante gobiernos locales y/o nacional, para lograr respaldo regulatorio, impositivo y/o financiero.
La experiencia latinoamericana muestra que este camino no sólo es posible, sino efectivo: Chile con los clústeres de CORFO; Colombia con sus Pactos por la Productividad; y Brasil con los APLs de Novo Hamburgo son referencias claras de que cuando hay mínima coordinación público-privada, se pueden lograr avances concretos. En Argentina, el Plan Social y Productivo 2030 —impulsado por el Centro de Negociación de IAE Business School e integrado por los principales actores de la industria automotriz— representa una iniciativa con resultados concretos.
A la vez, otro campo fértil para las pymes es el de la colaboración con el ecosistema emprendedor. Articular con incubadoras, centros de emprendedores, universidades y aceleradoras tecnológicas puede abrir la puerta a nuevas metodologías, talento joven, soluciones digitales aplicables y, sobre todo, una renovación de la cultura interna.
Pero la transformación no puede limitarse a lo externo. Según un estudio reciente del IAE, una de las principales preocupaciones del empresario pyme es reducir sus costos operativos para ser competitivo. Por eso, también es clave rediseñar los procesos con una lógica integral que permita ganar eficiencia. Esto implica fomentar el trabajo en equipos interdisciplinares, integrar áreas, romper silos y adoptar metodologías más ágiles y flexibles.
En esa línea, uno de los grandes desafíos es incorporar tecnología sin perder identidad. La digitalización, la inteligencia artificial, la automatización o la analítica de datos no deben verse como una amenaza, sino como herramientas que pueden potenciar lo mejor del capital humano pyme.
En resumen, las pymes argentinas cuentan con atributos únicos: flexibilidad, capacidad emprendedora, adaptación y cercanía con su gente. Es el momento de activar esas fortalezas estratégicamente para impulsar no solo la evolución de cada pyme, sino también el desarrollo económico general.
Fuente/Copyright: Julio Sánchez Loppacher