La Argentina lleva más de una década sin generar empleo privado formal de manera sostenida. Este estancamiento está directamente ligado al deterioro de la productividad, que a su vez significa menos empleos de calidad, salarios más bajos y millones de personas en la informalidad. Romper esta dinámica es el gran desafío del mercado laboral argentino.
Hoy 42% de los trabajadores está en la informalidad según datos del INDEC (2024). Para los trabajadores esto significa peores ingresos, falta de aportes y pérdida de derechos básicos. Para las empresas, significa competencia desleal frente a quienes cumplen con todas las obligaciones.
Los costos laborales no salariales explican parte de esta brecha: en Argentina alcanzan el 70%, los más altos de la región según la consultora Invecq en base a metodología del BID. Este diferencial desincentiva la formalización y empuja a esquemas como el monotributo, que desfinancian el sistema previsional: en la última década, los monotributistas aumentaron 39%, frente a 3% del empleo privado registrado (SIPA). Para graficar la diferencia: hacen falta 27 monotributistas para aportar lo mismo que un solo trabajador en relación de dependencia.
A esto se suma un marco laboral que no siempre reflejan la diversidad de sectores ni las nuevas modalidades de trabajo, así como una justicia laboral que genera incertidumbre: solo en los primeros cuatro meses de 2025 hubo 37.491 nuevos expedientes, según el informe de litigiosidad del sistema de riesgos del trabajo.
Pero quizás el factor más preocupante -y estratégico- sea el deterioro educativo. Sin educación de calidad no hay productividad, y sin productividad no hay empleo formal sostenible.
El deterioro de la educación en la Argentina no es reciente, sino el resultado de un proceso de décadas que se refleja en los bajos niveles de aprendizajes y poca conexión con el mundo del trabajo. Revertir esta realidad es una responsabilidad compartida entre el Gobierno nacional, que está a cargo de fijar lineamientos y políticas, y los Gobiernos provinciales que son los que gestionan el sistema en el día a día.
Hoy apenas 61% de los jóvenes completa la secundaria en el tiempo establecido, de acuerdo con los datos de la organización “Argentinos por la Educación”, y poco más de 20% alcanza niveles mínimos en Lengua y Matemática. Las pruebas Aprender 2023 confirman el retroceso: más de la mitad de los estudiantes secundarios no logra el nivel básico.
Este déficit tiene un impacto directo en el mundo laboral, donde 46% de las empresas considera que encontrar talento resulta difícil o muy difícil y 94% registra algún tipo de brecha entre las capacidades que necesita y las que encuentra en el mercado laboral, según un relevamiento realizado en conjunto por el IAE e IDEA. Lo que debería ser nuestro mayor activo, el capital humano, se convierte en un cuello de botella para la productividad y el crecimiento.
Frente a este panorama, IDEA tiene la visión de que la agenda de empleo debe ser integral y ambiciosa. Por eso, consideramos necesario:
- 1. Reducir la informalidad, equiparando regímenes y disminuyendo los costos laborales no salariales.
- 2. Modernizar los marcos laborales y sindicales, para que acompañen las nuevas realidades del mundo del trabajo.
- 3. Mejorar la eficacia del sistema judicial laboral, reduciendo la discrecionalidad y dando previsibilidad a empresas y trabajadores. La ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, es la jurisdicción que concentra la mayor cantidad de juicios laborales pero es la única donde las autoridades locales no pueden nombrar jueces.
- 4. Impulsar reformas educativas profundas, que garanticen terminalidad secundaria con calidad, mejor gestión del sistema y un vínculo real entre educación y empleabilidad.
El 61° Coloquio de IDEA nos convoca a debatir estos temas con una mirada amplia y constructiva. La Argentina tiene el talento para revertir esta tendencia. Lo que necesitamos es decisión, consensos y una hoja de ruta clara. Desde IDEA estamos convencidos de que este es el momento de construirla juntos.