La Conferencia Anual de Compliance, organizada por el Centro de Gobernabilidad y Transparencia del IAE, se llevó adelante le jueves 9 de octubre en el Centro Empresarial Libertador HIT CEL, ubicado en Núñez. El evento contó con la participación de académicos, como María Archimbal (YPF), Marcelo Bermolen (Universidad Austral), Martín Böhmer (UBA), Antonella Cicchiello, Paul Segal y Matthias Kleinhempel (IAE Business School), y especialistas, como Paula Honisch (Honisch & Asociados), además de personas ajenas al mundo del compliance que aportaron miradas complementarias, como la de Diego Sívori (Great Place to Work), experto en cultura organizacional. Finalmente, el emprendedor Iván Gauna (ETHIX) aportó el uso de la inteligencia artificial a la detección de posibles casos de corrupción en procesos licitatorios. La moderación del evento estuvo a cargo de Raúl Saccani, director del Centro de Gobernabilidad y Transparencia del IAE, y María Florencia Crespo, Ethics & Compliance Director de Cervecería y Maltería Quilmes.
La apertura y el cierre estuvieron a cargo del profesor Raúl Saccani, director del Centro de Gobernabilidad y Transparencia de IAE Business School, y Mariana Regueira Corti, directora del Centro de Integridad Corporativa de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana (AHK).
¿Qué nos pasa con las reglas y qué podemos hacer al respecto?
El primer panel, titulado “Cuerpos normativos, almas informales: ¿qué nos pasa con las reglas y qué podemos hacer al respecto?”, propuso reflexionar sobre cómo los marcos normativos y las políticas de cumplimiento conviven —y a veces colisionan— con la cultura organizacional.
En un país donde las reglas se cumplen a medias, la cultura del desvío erosiona confianza y competitividad. El panel recorrió desde el entramado político-económico que sostiene la informalidad y el corporativismo, hasta las prácticas organizacionales que replican lógicas de poder y las decisiones éticas que toma o evita tomar cada persona en su día a día.
María Archimbal, Chief Compliance Officer en YPF; Marcelo Bermolen, director del Observatorio de la Calidad Institucional (OCI) de la Universidad Austral; y Martín Böhmer, profesor de Filosofía del Derecho de la UBA, coincidieron en que el verdadero desafío del compliance es trascender el cumplimiento formal para convertirse en una práctica viva dentro de las organizaciones.
En primer lugar, María Archimbal destacó la necesidad de construir normas efectivas, entendiendo el contexto y la audiencia antes de diseñarlas: “Compliance dejó de ser algo meramente regulatorio. Si la gente cumple solo porque la norma lo dice, en algún momento dejará de hacerlo”, señaló. Además, resaltó la importancia de la comunicación y la ejemplaridad del liderazgo como factores claves para consolidar la integridad interna.
Por su parte, Marcelo Bermolen advirtió que la legitimidad sin responsabilidad es un espejismo. En Argentina, la falta de rendición de cuentas en el sector público erosiona la confianza. “Un gobierno opaco no puede inspirar transparencia; necesitamos líderes que rindan cuentas y generen previsibilidad”, afirmó.
En tanto, Martín Böhmer aportó una mirada histórica y ética: la legitimidad no es solo cumplir la norma, sino ser percibido como justo. Para él, los abogados y jueces deben mantener la tensión entre integridad y acción, enseñando que decir “no” a atajos o complicidades no es un gesto de rigidez, sino de ética colectiva.
Corrupción: ¿motor o freno?
El segundo panel, titulado “Corrupción, crecimiento y confianza: ¿motor o freno?” y moderado por María Florencia Crespo, Ethics & Compliance Director en Cervecería y Maltería Quilmes BU RDLP & Andina, analizó la relación entre la corrupción, el desarrollo económico y la confianza institucional. Participaron los profesores del IAE Antonella Cicchiello y Paul Segal y el profesor senior, Matthias Kleinhempel, quienes coincidieron en que la corrupción no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino también la competitividad y la inversión privada.
La corrupción es inmoral y políticamente costosa, pero su impacto económico no siempre es lineal. La historia muestra que puede coexistir con etapas de gran expansión, mientras que en otros casos erosiona directamente los recursos destinados al desarrollo. Lo que sí parece constante es su efecto sobre la confianza: sin reglas claras, la inversión se retrae y la innovación se debilita. Este panel exploró esa doble tensión —entre crecimiento y corrupción, entre ley y confianza— y se preguntó si el compliance puede ser el factor que incline la balanza hacia el desarrollo sostenible.
En primer lugar, Paul Segal consideró que, aunque la corrupción es más frecuente en economías más pobres, muchos países crecieron pese a ella. Planteó que “la corrupción puede coexistir con el crecimiento económico, pero lo erosiona en el largo plazo”, y destacó que los inversores internacionales cada vez ponderan más la transparencia como factor de decisión.
En tanto, Antonella Cicchiello, comparó los casos de Italia y América Latina: “La corrupción es un cáncer. En Italia, el crecimiento de la posguerra convivió con altos niveles de corrupción; en el largo plazo fue un desastre. Las instituciones fuertes y la comunicación transparente son la base del desarrollo sostenible”.
Luego, Matthias Kleinhempel cerró el debate enfatizando que la corrupción existe en todas partes, pero los países y empresas pueden prosperar si se forma a las personas para tomar decisiones éticas frente a situaciones complejas. “No se trata de leer manuales extensos, sino de capacitar para reconocer riesgos, actuar correctamente y liderar con ejemplo. La reputación y la integridad se construyen en el día a día, no solo en normas escritas”, sostuvo.
El panel concluyó que el crecimiento económico puede coexistir con prácticas corruptas, pero solo la transparencia, la formación ética y el liderazgo responsable aseguran sostenibilidad a largo plazo.
¿Se puede medir la integridad?
El tercer panel, integrado por Paula Honisch, consultora internacional en Integridad y Compliance y directora de Honisch & Asociados, y Diego Sívori, Culture & List Manager en Great Place to Work® Argentina, abordó una de las preguntas más complejas del campo del compliance: cómo medir la cultura de integridad dentro de una organización sin reducirla a indicadores superficiales. Todas las organizaciones declaran valores, pero pocas se animan a medir si esos valores realmente guían las decisiones cotidianas. Así, la cultura ética se transforma en un intangible que se presume, pero no se verifica.
Honisch abrió la conversación señalando que la cultura de una empresa no se define por slogans o pancartas, sino por los comportamientos cotidianos. “Cultura es a quién premiamos, qué hacemos cuando alguien hace trampa, cómo actuamos cuando el líder no está presente. Es la suma de los comportamientos de las personas”, afirmó.
La especialista subrayó que el mayor desafío para los líderes es comprender la cultura de su organización y evaluar si refleja los valores que desean promover. “Tener reglas y valores definidos es solo el cimiento. La cultura ética se construye cuando estos valores son vividos, apropiados y generan autorregulación.”, explicó.
Sívori, por su parte, presentó la experiencia de Great Place to Work en el desarrollo de herramientas que permiten detectar patrones culturales asociados a la confianza, la equidad y la coherencia institucional. “No entendemos la integridad como algo aislado, sino como la calidad institucional que se da dentro de una empresa. Preguntamos a los empleados sobre la honestidad y ética de sus líderes, sobre la imparcialidad y credibilidad que perciben. Todo esto nos permite construir un indicador de integridad y entender la cultura real que se vive”, detalló.
La conversación abordó también otras herramientas disponibles para medir la cultura y la integridad. Entre las herramientas mencionadas se encuentran las encuestas de clima laboral, focus groups, entrevistas de salida, así como la nueva norma ISO 37301, que establece criterios para evaluar la efectividad de los programas de compliance y la generación de cultura ética a largo plazo.
El panel concluyó con un consenso sobre la necesidad de involucrar a los líderes en la construcción y monitoreo de la cultura, y de fomentar un ambiente donde los colaboradores puedan expresar sus percepciones sin temor. Según Honisch y Sívori, medir la integridad es posible, pero requiere ir más allá de los datos duros y enfocarse en cómo los valores se viven día a día dentro de la organización.
Inteligencia artificial al servicio del Compliance
La Conferencia incluyó un espacio a cargo de Iván Gauna, cofundador y CEO de ETHIX, una startup argentina que aplica inteligencia artificial (IA) para prevenir la corrupción en procesos licitatorios públicos y privados.
La app de IA ETHIX permite detectar en segundos lo que al sistema le toma años admitir: licitaciones amañadas, patrones de corrupción, privilegios disfrazados de legalidad. El futuro del compliance no será un check list: será la capacidad de usar algoritmos que desnuden la opacidad.
Gauna compartió la génesis del proyecto: “Nos propusimos resolver un problema concreto: analizar pliegos de licitación que habían sido direccionados, detectar patrones y desarrollar un modelo capaz de anticipar riesgos similares en el futuro”.
ETHIX trabaja actualmente con organismos públicos y grandes compañías que realizan compras a través de licitaciones, ofreciendo cuatro funcionalidades principales: redacción asistida de documentos, análisis de propuestas y oferentes, y sistemas de alerta temprana sobre posibles irregularidades. “La IA puede ser una aliada estratégica del compliance, ayudando a transformar datos en conocimiento y conocimiento en decisiones más éticas”, concluyó Gauna.
La Conferencia Anual de Compliance del IAE volvió a consolidarse como un espacio de reflexión para quienes buscan promover una gestión ética, transparente y sostenible en sus organizaciones. El mensaje fue claro: repensar el compliance no es solo una necesidad técnica, sino una responsabilidad institucional frente a la sociedad.