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La brújula interior del liderazgo

Conocerse a uno mismo no es un lujo introspectivo, sino una necesidad estratégica para liderar con sentido en contextos de alta incertidumbre. El verdadero liderazgo comienza cuando nos hacemos cargo del impacto que generamos en los demás y en nosotros mismos.
Publicado lunes 3 de noviembre

En los últimos meses, las principales consultoras globales han coincidido en un mensaje clave: el futuro del liderazgo será profundamente humano. Las organizaciones valoran cada vez más habilidades como la empatía, la curiosidad y el autoconocimiento, aunque aún enfrentan dificultades para medir el verdadero impacto que generan las personas. Sin un desarrollo interno sólido no pareciera posible lograr una transformación sostenible.

Cuando todo cambia demasiado rápido, hay algo que permanece: la necesidad de conocernos y entendernos a nosotros mismos. Para quienes lideran, no se trata de un lujo introspectivo, sino de una necesidad estratégica. No ofrece certezas, pero sí dirección. No dibuja el mapa, pero sostiene la brújula.

En una clase que llevaba adelante con un grupo de CEOs, estábamos explorando los desafíos que implica la llegada de la Generación Z al mundo del trabajo. Entre ellos, apareció con fuerza el tema del balance entre vida personal y profesional, y el nuevo valor que esta generación le da al espacio personal. Uno de los participantes, en un momento de reflexión genuina, compartió: “Antes les escribía a la noche, los fines de semana… hasta que me di cuenta de que mi locura no podía afectar a los demás”. Fue una frase breve, honesta, incómoda y lúcida. Y abrió una puerta: no alcanza con controlar nuestros descarriladores para evitar dañar a los demás. Podemos dar un paso más y trabajar activamente sobre ellos, para que tampoco nos dañen a nosotros. El verdadero liderazgo empieza ahí: donde nos hacemos cargo de lo que generamos.

Comparto cinco dimensiones del autoconocimiento que pueden funcionar como coordenadas internas. No son pasos lineales ni recetas mágicas. Son preguntas que nos anclan, nos sacuden y, sobre todo, nos devuelven a lo esencial:

  1. Qué me mueve

Reconocer nuestros motores, motivaciones profundas y valores nos permite distinguir entre lo que hacemos por convicción y lo que hacemos por inercia. El liderazgo empieza por ahí: saber por qué hago lo que hago.

  1. Qué me duele

Todos llevamos heridas. Algunas conscientes, otras negadas. Identificarlas nos da libertad. El dolor no trabajado se filtra en nuestras decisiones, nuestras relaciones y nuestros silencios. La conciencia emocional no es solo un acto de responsabilidad: también es un acto de cuidado.

  1. Qué me descarrila

Conocerse también es saber por dónde puedo perder el eje cuando estoy bajo presión. Todos tenemos puntos ciegos, zonas de vulnerabilidad o formas sutiles de autoengaño. Nombrarlas es el primer paso para no quedar atrapados en ellas.

  1. Qué recursos y fortalezas tengo disponibles

Todos tenemos formas naturales de actuar que nos impulsan nuestra mejor versión. Saber en qué soy fuerte —y en qué contextos esas fortalezas emergen con más claridad— me permite apoyarme en lo que sí tengo, usarlo con intención y desplegarlo con sentido.

  1. Qué dejo en los demás

El impacto que generamos no siempre coincide con la intención que teníamos. El autoconocimiento incluye la mirada del otro: aprender a recibir feedback, escuchar en serio y revisar cómo nos ven quienes nos rodean y qué huella estamos dejando.

Estas cinco preguntas no se responden de una vez y para siempre. Se trabajan. Se conversan. Se reformulan. Pero cuanto más afinada está nuestra brújula interior, más capacidad tenemos de liderar con sentido, coraje y coherencia.

Como decía Favalli en la serie El Eternauta, frente a un mundo caótico y sin dirección:

“La brújula anda bien. Lo que se rompió es el mundo”. Liderar no es saber exactamente hacia dónde vamos, sino sostener la capacidad de orientarnos, incluso cuando todo cambia. Hoy atravesamos transformaciones profundas —desde la irrupción de la inteligencia artificial hasta el cambio en las formas de trabajar y vincularnos— que nos dejan sin certezas estables. Pero si tenemos la brújula interior afinada, siempre vamos a poder reencontrar el norte: ¿Qué podés hacer hoy para afinar tu brújula interior?

Fuente/Copyright: Carolina Sánchez Agostini