Revista Alumni

Alejandro Britos, CEO de Pastalinda: “Nos sobraba marca y nos faltaba producto”

Diseñador industrial y alumni del DPME, Alejandro Britos lidera desde 2017 la transformación de Pastalinda, una pyme argentina con 75 años de historia: renovó la planta, amplió su propuesta con nuevos productos y fortaleció una marca fiel a la durabilidad y al diseño. En el programa que hizo en el IAE, Alejandro reafirmó su visión integral y compartió su experiencia con otras pymes que también apuestan al largo plazo.
Publicado miércoles 30 de abril

Con 75 años de trayectoria ininterrumpida, Pastalinda es una de esas marcas argentinas que despiertan recuerdos familiares. El alumni DPME 2024 Alejandro Britos, diseñador industrial y actual CEO de la empresa, reconoce la carga simbólica de liderar una compañía con tanta historia: “Es una gran responsabilidad y un gran orgullo porque es una marca que la conoce mucha gente” y narra una experiencia que vive a diario: “Uno para a cargar nafta y pide la factura, dice el CUIT, le sale Pastalinda en la pantalla y ya empieza la anécdota: ‘ah, yo tengo la de mi mamá o mi abuela’. ¿Vos sos el de la Pastalinda?”

Desde que asumió la gerencia general en 2017, Britos encabezó un profundo proceso de transformación industrial, sin perder la esencia del producto clásico. “Evolucionar sin perder la esencia” podría ser el lema que guía su trabajo diario.

Reconstruir desde la fábrica

La primera gran tarea fue reorganizar la producción. Con maquinaria obsoleta y una estructura que no daba abasto, la fábrica no podía acompañar la demanda del mercado: “Pastalinda tuvo siempre demanda insatisfecha. ¿Por qué? Porque las máquinas eran viejas. Inclusive en 2018, 2019 y 2020 hubo que invertir mucho dinero en renovar toda la maquinaria, hasta las matrices”, cuenta.

La transformación implicó incorporar tecnología de última generación, desde centros mecanizados hasta corte láser, digitalización de procesos y sistemas de gestión. “Ahora Pastalinda es impecable, es otra cosa”, dice Britos, quien pasó de ser “el hombre orquesta” a liderar un equipo consolidado en el cual aprendió a delegar.

La cultura del detalle

Más allá de la modernización, Britos insiste en que nada puede hacerse si no se cuida la esencia de la marca. “En un mundo de obsolescencia programada, nosotros somos lo opuesto. Cuando hacemos cambios, Jonathan (Romero) —que es el dueño— tortura a la máquina. La tortura. Y dice: ‘No importa, no se puede romper’”, relata respecto de la obsesión del dueño con la calidad y durabilidad del producto.

Ese compromiso con la durabilidad y la calidad no es solo un diferencial técnico: es también una decisión ética y de largo plazo. “Nosotros fabricamos el 100% de los productos”, remarca Britos, “no tercerizamos nada más que ciertos procesos que no se pueden hacer acá adentro, como zincado y cromado”.

La expansión con Cucina

A partir de 2017, Britos y su equipo decidieron que era hora de ir más allá del universo de la pasta. El desafío: sumar nuevos productos sin traicionar la esencia. “Nosotros siempre fuimos una marca-producto. ‘La Pastalinda’ es como decir ‘la licuadora’. Pero nos sobraba marca y nos faltaba producto”, reflexiona.

Tras investigar el mercado y visitar ferias en Italia y China, lanzaron la línea Cucina, una gama de electrodomésticos cotidianos —como tostadoras y pavas— con diseño cuidado y estética reconocible. “Queríamos que el producto no solo cumpla su función, sino que embellezca la cocina. Como la Pastalinda clásica, que la gente la pone a la vista en el estante”, explica Britos. El desarrollo fue meticuloso: “Nos costaba, somos muy exigentes, no me conformo. Hay detalles que, si no me gustan, ya está, no se hace. No va.”

La pandemia como punto de inflexión

La llegada del COVID-19 puso a prueba la capacidad de reacción de la empresa. Pero, en vez de detenerse, Pastalinda aceleró su transformación: “Cargué en el auto todas las computadoras, las laptops de todo el mundo. Ya se había ido todo el mundo y dije: ‘Van a trabajar todos, mando las piezas de los operarios a las casas’”, narra Britos.

Mientras muchas empresas frenaban su actividad, Pastalinda encontró una oportunidad: “La gente estaba encerrada, y cuando está encerrada cocina. En ese momento acabábamos de iniciar nuestro e-commerce. Volaron 200 unidades”, nos cuenta. Gracias a ese contexto, la empresa pudo reinvertir en maquinaria y consolidar su crecimiento. “La plata que entraba, toda a producción. Dijimos: ‘Es el momento’. Compramos como seis máquinas nuevas.”

Aprendizajes desde el IAE

Para acompañar este proceso, Britos se capacitó en el programa DPME del IAE Business School. “No hay que dejar de estudiar nunca porque todo evoluciona. En el IAE veíamos cómo empresas con historias complejas crecían, y cómo el crecimiento también las vuelve más complejas.” Rescató especialmente la comunidad entre pares y la mirada integral de la empresa: “Las pymes fallan en estructurar, organizar y delegar en las manos correctas. Muchos de mis compañeros (del DPME) estaban en ‘hombre orquesta’. Yo les compartía mi experiencia.” Pastalinda fue tomada como caso varias veces durante el programa: “Gusta porque todos la conocen. Y porque tenemos fábrica, administración, finanzas, local, web… todas las piezas.”

Un consejo para el futuro

Sobre el cierre, Alejandro Britos se permite reflexionar respecto del desarrollo profesional y lanza una recomendación: “Si ya lograste recibirte, pasaste un escalón muy difícil. Después hay que romper el hielo del rechazo. Hay una parte horrible que es la búsqueda (de empleo), pero si no encontrás el trabajo de tus sueños es porque buscaste poco.” Y concluye: “Pastalinda me estaba necesitando, y yo lo vi. Me metí. Hoy lo armé. Esta oficina hubiese sido impensada en 2017.”

Fuente/Copyright: IAE Business School