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Sin crisis grave, pero con más estanflación

Publicado lunes 13 de diciembre de 2021

Estamos ante un contexto económico muy influido por las circunstancias políticas. La comunicación oficial del presidente Alberto Fernández el mismo día de las elecciones legislativas, bien guionada, aspira a tres cuestiones: la continuidad del ministro de Economía, la proactividad en la negociación con el Fondo y al diseño inminente de un plan plurianual.

La situación macro es delicada; pareciera que el nivel de actividad es un dato interesante porque, en apariencia, supone una expansión superior al rebote de 6% que se preveía.

La inflación viene subiendo de modo gradual desde la relativa estabilidad en los tiempos de Néstor Kirchner. Esta inflación se alimenta de inercia, emisión y déficit fiscal, éste último muy unido a la emisión, naturalmente.

El diagnóstico de que el aumento de precios, en particular en los alimentos, obedece a la voracidad de rentabilidad de los empresarios, comenzó a ser seguido con gran convicción bajo la conducción del secretario de Comercio, Roberto Feletti.

La inflación que nosotros hemos tenido durante el kirchnerismo, a excepción de su primera presidencia, obedece a la alta inflación o la inflación que se instala como una enfermedad crónica. Pareciera que no tendremos a medio plazo un plan de estabilización de shock; se estima que van a ir llevando la inflación para que se pueda reducir el gasto real. Esto lo practicó Martín Guzmán en el primer semestre.
Recordemos que las jubilaciones han caído fuerte en términos reales y también los sueldos reales del sector público. Seguirá este ajuste: depende de la negociación con el Fondo y de la decisión de CFK.

La pobreza instalada en 43% obedece a la combinación de inflación y recesión, que ha impactado muy fuerte a lo largo de la última década. Las medidas de estos meses pueden delinear escenarios futuros, en particular lo que ocurra en el campo de la actividad y precios. Si la línea ortodoxa se profundiza y es apoyada por el Fondo, es más fácil sostener la gobernabilidad e incluso el peronismo, muy golpeado electoralmente, podría recuperar prestigio y volumen político.

El peor escenario es el clásico “Vamos por todo”, en el cual se apuesta a redoblar la apuesta y mantener una dinámica aislacionista. Esto separaría al gobierno del sector empresarial, caracterizado por la desconfianza que se expresa en la caída de la inversión.

En el medio de estas posturas extremas quizás aparece la más probable, que es la de un sendero sin crisis grave, pero con estanflación importante. El liderazgo, la unidad de los principales jugadores del Frente de Todos y una actitud cooperativa de la oposición son claves para sostener la gobernabilidad, que es la principal tarea de esta administración.

Si otro signo político se impone, es probable que la economía recupere vigor, pero es clave una autocrítica a fondo para evitar errores serios de implementación y de decisión. Todavía se sigue procesando la elección; no fue paliza y reproduce bastante el 12S. Es fuerte que Cristina pierda el Senado. Nunca sabremos por qué Tolosa recuperó frente a Santilli. Es probable que haya sido por la combinación de una cierta fuga de votos a Espert y Hotton, la falta de esfuerzo de intendentes en las PASO que ahora se movieron más en el conurbano, el miedo a Macri y el regalo de electrodomésticos.

PRECIOS. Feletti sigue pensando que hay inflación por la voracidad de los empresarios, en este caso de la carne. En realidad, se debe a una combinación de inercia, déficit fiscal y emisión.

Por Eduardo Fracchia.


Las dos opciones para el tipo de cambio INCERTIDUMBRE

Por Agustín Usandizaga

Luego de las elecciones, una de las preguntas claves sigue siendo que pasará con el tipo de cambio. Las dos opciones más discutidas son si para corregir el tipo de cambio real y algunas de las distorsiones de la economía, el Banco Central dejará en algún momento que se produzca un salto en el tipo de cambio, o acelerará el crawling peg, llevándolo a una tasa superior a la inflación, o sea si tendremos una devaluación discreta o comenzaremos a ver tasas de depreciaciones diarias bastante más altas para conseguir un tipo de cambio real (TCR ) más alto.

Si bien siempre es difícil hacer predicciones en el terreno cambiario, principalmente en Argentina, es posible hacer algunas consideraciones sobre todo en base a algunas evidencias de periodos anteriores. En 2013, a partir del proceso eleccionario el BCRA empezó a ajustar el tipo de cambio acelerando fuerte el crawling peg, pero estas depreciaciones generaban una tasa negativa con respecto a la devaluación; por lo tanto, seguía perdiendo reservas, lo que recién se pudo controlar a fin de enero de 2014, luego de un salto cambiario que llevó el dólar a 8 pesos.

Actualmente, con una tasa de referencia de política monetaria (Leliqs) en el orden del 38% nominal anual, si el BCRA acelera el crawling peg en aproximadamente el 4-5 % mensual, seguramente tendría que incrementar bastante la tasa de referencia de política monetaria, llevándola más cerca de 50/60% anual, con las consecuencias que esto podría generar en la economía, ralentizando el rebote económico por un lado y generando un problema aún mayor sobre sus stocks de pasivos monetarios, pases y Leliqs.

Aunque es probable que el primer intento para ajustar el TCR sea acelerar el crawling porque el contexto de tasas actuales es bastante mayor a las de aquel momento (38% versus 20%), las reservas líquidas son bastante menores, la tasa de inflación es más alta y lo mismo la brecha.

Pero ajustando más rápido la tasa de devaluación, la tasa de política monetaria tendría que acompañarla y ser más alta, como mencionamos anteriormente; de lo contrario, los exportadores intentarían vender y liquidar lo menos posible y financiarse en el mercado financiero.

Las posibilidades y márgenes de maniobra del Banco Central son estrechas, sobre todo con una soja en los mercados internacionales de aproximadamente u$s 100 menos por tonelada que en la campaña anterior y sin los DEG del Fondo Monetario Internacional de este año.

El éxito en la implementación de uno u otro camino dependerá de un programa razonable que alinee expectativas de precios, salarios y tarifas; al menos, un acuerdo transitorio con el FMI para la refinanciación de los vencimientos futuros y para generar cierta confianza en los agentes económicos.

Nota impresa en Revista Fortuna.