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La Voz

Mundo emprendedor, “startups” y brecha de género: un discurso rosa y uno celeste

El universo emprendedor se presenta como un territorio de oportunidad para hombres y para mujeres, pero, en la realidad, en ese la brecha de género alcanza niveles alarmantes. Qué sesgos colaboran para mantener este desequilibrio.
Publicado viernes 8 de julio de 2022

En términos de éxito económico, las empresas unicornio son el nuevo aspiracional contemporáneo. Este rótulo mitológico se atribuye a la inversora de capital de riesgo Aileen Lee, quien hace una década detectó que compañías como Facebook o Google lograban la “mítica” proeza de valer más de mil millones de dólares antes de salir a ofrecer sus acciones a la bolsa, sólo por el potencial que en ellas adivinaban los inversores que iban financiado su crecimiento acelerado.

Convertida en sinónimo de éxito en el territorio de la nueva economía –este estadío del capitalismo que transitamos formateado casi a nuevo por la tecnología y la digitalización de los negocios–, la etiqueta de “unicornio” es la primera posta importante por alcanzar para cualquier startup o firma de base digital.

“¡Argentina ya hizo nacer 12 unicornios!”, se celebra con previsible entusiasmo en ámbitos del emprender y en medios de comunicación. Ese número nos sitúa por detrás del vecino gigante (Brasil tiene 16), pero muy arriba de México (cinco), Chile (tres) y Uruguay y Colombia (uno cada uno).

Para zurcir aún más nuestro maltrecho amor propio, uno de esos 12, Mercado Libre, el unicornio argentino por excelencia –aunque su escala ya dejó chico al rótulo– marca récords como canalizar el cinco por ciento del comercio electrónico en el mundo en 2021 y superar los 44 mil empleados este año.

Pero no todo es optimismo en torno a los caballos de un cuerno: un dato alarmante que une a esos 12 made in Argentina es la ausencia absoluta de mujeres entre sus 29 fundadores.

Ese número incluye un seleccionado de “emprendedores” –el sujeto protagonista de la nueva economía, también entronizado como aspiracional en ella– de diferentes edades y perfiles; pero 100 por ciento masculinos.

La vanguardia del nuevo capitalismo, el tipo de empresa que promete liderar la Cuarta Revolución Industrial en la que nos guste o no estamos embarcando, nace sin liderazgo femenino a la vista.

¿Se trata de aleatoria mala suerte y en breve asistiremos a la irrupción de una camada de unicornios femeninos que equilibre la balanza? Ningún indicio de eso a la vista si se analiza el exiguo –respecto del hombre– protagonismo femenino en la creación de nuevas startups, es decir, pichoncitos con potencial de unicornio.

Los datos del flamante Startup Córdoba Monitor elaborado por la Secretaría de Planeamiento, Modernización y Relaciones Internacionales de la Municipalidad ofrecen una radiografía de los emprendimientos de base tecnológica en la ciudad. El estudio detectó 189 startups que ya caminan y revela que entre sus 618 emprendedores fundadores sólo el 16,3 por ciento son mujeres.

El porcentaje era aún más bajo hace un par de años y merced a esfuerzos públicos y privados creció, pero dista kilómetros de acercarse a un equilibro. Con bemoles, la foto se repite en el mundo.

UNA BRECHA QUE SE VUELVE ABISMO

La economía se redibuja merced a la tecnología pero en ese barajar y dar de nuevo la brecha de género, muy lejos de caducar o achicarse; se replica y acelera en niveles inéditos y preocupantes.

Las razones del desequilibrio son múltiples y muchas de ellas harto conocidas, ya que vienen de larga data: históricas, sociales, materiales, culturales y psicológicas. Ese cúmulo de factores, donde siguen pesando el reparto desigual de las tareas cuidado y los “costos” derivados de la maternidad, implican una desigual inserción en el mundo laboral de la “vieja economía” que se reproduce agudizado en el renovado universo emprendedor que motoriza cada vez más la economía contemporánea.

El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) describe con claridad el cimiento de esta desigualdad: “La segmentación del desarrollo educativo y ocupacional de las mujeres hacia los sectores menos dinámicos y peor remunerados de la economía surge a partir de dinámicas sociales que comienzan en la infancia, y se ilustra en la feminización de áreas como trabajo doméstico, educación y salud, que reflejan la extensión laboral de las actividades que las mujeres realizan al interior de los hogares”.

Y subraya que la exclusión en detrimento de la mujer se acentúa en algunos sectores de la economía que habitualmente ofrecen trabajos mejor pagos, con menor informalidad, y son más dinámicos e innovadores.

Problema extra para las mujeres: el territorio donde, justamente, estamos más proscriptas constituye el corazón de la nueva economía. Se trata del campo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática (Stem, acrónimo basado en las siglas en inglés); esa arena sobre la que brillan los emprendedores capaces de alumbrar unicornios.

Aunque seis de cada diez universitarias en Argentina son mujeres, representan solo 25 por ciento del total de quienes estudian ingeniería y ciencias aplicadas, y el 15 por ciento de las inscripciones en la carrera de programación; destaca el Cippec.

“Dentro de las cuatro ramas de conocimiento Stem existen una infinidad de carreras universitarias, que abarcan desde la Nanociencia a la Aeronáutica, pasando por el Desarrollo de aplicaciones Web o la Medicina, la Física, la Química o las telecomunicaciones”, explica Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship de IAE Business School (la Escuela de Administración y Negocios de la Universidad Austral Argentina) y de Wise Latinoamérica (Women in STEM Entrepreneurship).

“En una sociedad en la que la innovación es fundamental, los profesionales con capacidades Stem serán quienes la lideren dinamizando de forma continua nuestra economía”, anticipa.

Las mujeres escogen muy marginalmente estudios relacionados con las tecnologías de información y comunicación (TIC) y como consecuencia su participación en el sector no crece al ritmo necesario. Esto significa que están subrepresentadas como empleadas y como directivas en empresas activas en esos sectores y también que, cuando se lanzan a emprender, sólo en minoría apuntan a desarrollar negocios asociados a esas áreas, la de mayor potencial de crecimiento.

Múltiples relevamientos grafican esto. Pero vale citar Protagonistas, un reciente diagnóstico sobre las mujeres que emprenden en el país realizado en conjunto por la Asociación de Emprendedores de Argentina (Asea) y Amazon Web Services. La encuesta masiva detectó que sólo el 20 por ciento de los emprendimientos vigentes con firma femenina son de base tecnológica o científica (startups); mientras que el 50 por ciento son negocios tradiciones de diseño, indumentaria, comercio y gastronomía. Estas opciones se dan entre un universo con importante formación, ya que más del 90 cursa o concluyó niveles formativos terciarios o superiores y un 44 por ciento completó el universitario o incluso cursa posgrados.

UN DISCURSO ROSA Y OTRO CELESTE DEL “EMPRENDER”

La ancha avenida del emprender se suele presentar como un territorio de infinitas posibilidades sólo limitadas al esfuerzo o voluntad de quien se aventura en él. Sin embargo, lo dicho hasta aquí da idea de hasta qué punto se trata de una cancha inclinada cuesta arriba para las mujeres en relación a sus pares masculinos.

Entre la multiplicidad de obstáculos sociales e individuales que minan ese territorio, los más profundos y muchas veces complejos de remover incluyen sesgos mentales, prejuicios y estereotipos machistas que se maman de cuna y setean de manera inconsciente la mentalidad colectividad, incluida la de las mujeres. A la vez, resultan funcionales a roles que la sociedad mantuvo reservados para “ellas”, como la crianza de niños y las tareas de cuidado.

Vale aquí preguntarse, ¿se construyen definiciones sociales generizadas de lo que significa “emprender” ? ¿Qué role models inspiran el discurso emprendedor a cada lado de la brecha?

La exitosa fábula del unicornio nos excluye de arranque, explica en distintos análisis académicos Hernán Palermo, doctor en Ciencias Antropológicas e investigador del Conicet. “Mercado Libre es el unicornio argentino por excelencia. Sus comienzos abonan el transnacional mito del garaje en el que se inscriben varias de las grandes estrellas de Silicon Valley, como Facebook. Según el propio Marcos Galperin –dueño y CEO de la empresa–, ‘prendieron el sitio con cuatro amigos desde unas cocheras’ en 1999″, señala en un artículo.

Y explica que el citado “mito del garage”, como el espacio donde una dupla o grupo de emprendedores alumbraron grandes empresas, es profundamente masculino; ya que se trata de un sitio del hogar exclusivamente de varones, no surcado por el significante femenino. “La idea del emprendedor y de la meritocracia tracciona un sentido de producción de masculinidad”, destaca.

“Hay una socialización diferenciada muy clara en hombres y mujeres en cuanto al riesgo en los negocios y la visión del dinero en general. Emprender se asocia a que tan alto podés soñar y creer que es posible, y la mujer no se ve mayoritariamente en el ecosistema tecnológico porque siempre se le dijo y se le dice que no puede, que no es para ella. Es aún hoy un mundo muy hostil para ella; aunque tenga toda la capacidad para ser parte”, analiza Soledad Saldas, cofundadora de Mujeres en Tecnología (Met), una de las organizaciones que trabaja de manera sostenida para combatir esa brecha.

Laura Jure, ministra de promoción del Empleo de la provincia, coincide en que hay numerosos sesgos por desterrar: “Ya en 2018 creamos Tecno Fem, un programa para estimular vocaciones Stem en las estudiantes secundarias. Hay que ayudar a que la mujer perciba que tiene las mismas capacidades que los hombres y darle acompañamiento”.

URGENTE, SE BUSCAN REFERENTES

¿Cuál es entonces el mito fundante para el emprender femenino? ¿Con qué referentes o modelos de rol se asocia?

Desde organizaciones como Met, el programa Wise, Endeavor (la gran cuna de los unicornios argentinos) y muchas otras se coincide en la necesidad central, a la hora de combatir los sesgos, de construir casos de éxito y referentes femeninos en el emprendimiento de alto impacto.

La tarea pendiente alumbra el vacío que existe en esa materia.

Mientras, las que sí circulan con mucha mayor profusión en el espacio público son un sinnúmero de historias de la “mujer emprendedora” asociada de manera directa a tareas tradicionalmente feminizadas: artesanales, realizadas muchas veces en el hogar, primas hermanas de hobbies o “inspiradas” a partir de la vivencia de la maternidad.

Los casos se replican en medios tradicionales, en todo el abanico de redes sociales y son blanco de numerosas acciones apuntadas a impulsar a emprendedoras, como las campañas y programas que financian muchas de las grandes marcas de consumo masivo, por ejemplo.

Por supuesto, no hay nada de malo –al contrario– con estos emprendimientos y sus protagonistas. El problema es que el “emprender”, cuando se trata de la mujer, se asocie sólo a esos perfiles.

O que se presente vinculado indefectiblemente a cuestiones que tienen que ver más con el bienestar personal y la psicología que con nociones como la ambición, el acceso a financiamiento y capital de riesgo o la necesidad de tener mentores con logros potentes en el mundo de las empresas. El primero –la ambición– constituye una pulsión clave para lograr negocios de escala pero, precisamente, carga con una larga tradición que lo naturaliza y celebra en el varón y lo penaliza en su par femenino.

Otro eje que suele reforzarse con “casos de éxito” en primera persona es el emprendimiento como un modo ideal de conciliación entre la crianza de los niños con la vida laboral.

La ilusión de que es mucho más simple lograr en el desafiante y más exigente mundo del autoempleo lo que fue una tarea también compleja y frustrante en el universo de la relación de dependencia resulta coherente sólo con emprendimientos de ambición acotada, no con aquellos que nacen persiguiendo crecimiento exponencial.

Un ejercicio interesante es preguntarse: ¿cuántas historias celebratorias circulan sobre ejecutivos varones que hayan dejado una carrera corporativa para iniciar un negocio pequeño y poder estar más con sus hijos?

Todos estos factores refuerzan el muy diferente modo en que hombres y mujeres encaran de arranque, en general, el emprender. Distintos estudios y especialistas coinciden en que en el varón las motivaciones más pragmáticas (detección de una oportunidad de mercado, búsqueda de rentabilidad económica) tiene mayor protagonismo a la hora de lanzarse que en la mujer, movilizada en mayor medida por factores como el “propósito”, la búsqueda de mayor flexibilidad horaria –muy asociada a sus demandas sociales– y la necesidad económica.

Lo enumerado hasta ahora muestra lo arduo que se presenta aún el camino al unicornio femenino, una especie que las mujeres tenemos toda la capacidad de dar a luz.

Silvia Torres Carbonell Centro Entrepreneuship