Según la última medición de la Encuesta de Expectativas Pyme de IAE Business School, el clima empresarial ha comenzado a cambiar, así como el modelo de negocios que se perfila para los próximos meses.
El 70% de las empresas participantes reporta una mejora en su desempeño con respecto al primer semestre de 2024, mientras que un 74% se muestra optimista sobre el futuro económico del país. Además, el 65% de las pymes espera un panorama aún más favorable en los próximos seis meses. La inflación ha dejado de ser su principal preocupación —una constante desde que se realiza la encuesta— y ha sido reemplazada por la alta presión tributaria, que ahora ocupa el primer lugar.
Durante los últimos años, la inflación funcionó como un río de montaña crecido: tapaba todo a su paso y dificultaba la visibilidad de los errores y las ineficiencias. Las empresas, en gran medida, no les daban tanta importancia a los costos operativos, la mejora de la productividad o la eficiencia, ya que la inflación ajustaba los números.
El aumento de precios diluía malas prácticas y las empresas se refugiaban en activos no monetarios, como el stock o bienes durables. Incluso hubo empresas que limitaron sus ventas o cerraron temporalmente para preservar sus inventarios. El sector financiero, con tasas elevadas, se convirtió en un refugio rentable. Afortunadamente, este ciclo inflacionario parece estar llegando a su fin, lo que traerá consigo nuevos desafíos.
Otro dato destacado de la encuesta es que la mayoría de las pymes (75%) no planea reducir su plantilla de colaboradores e incluso un 65% prevé aumentar el número de empleados. Además, el 60% de las pymes anticipa realizar inversiones importantes durante este año.
¿Qué se viene?
Aunque prevalezca el optimismo, la nueva coyuntura macroeconómica conllevará desafíos para las pymes en diferentes aspectos:
- Margen y rotación: Los márgenes de las empresas van a verse reducidos, por lo que deberán incrementar la rotación y ajustar su mix de productos. La comparación de precios por parte de los consumidores cobrará mayor relevancia y la rentabilidad se medirá en función de estos factores.
- Innovación y creatividad: Con la menor inflación y el avance de la disrupción tecnológica, las empresas necesitarán reinventarse constantemente. Estar en modo “beta” será esencial: nuevos productos, canales de comercialización y una experiencia de cliente mejorada, todo basado en el análisis de datos. En este escenario, quedarse quieto no será una opción.
- Modelo de negociación: Se avizora un cambio en la dinámica de la cadena de valor. Más allá del precio, el foco estará en el valor agregado, la oferta de soluciones al cliente y las formas de pago alternativas. Los plazos de cobro se alargarán y las negociaciones tenderán a ser más cooperativas y sostenibles.
- Desarrollo de capacidades para competir: Las competencias de los colaboradores serán determinantes para sostener la competitividad. La atracción y el compromiso del talento se convertirán en pilares clave para garantizar la ventaja competitiva de las pymes.
- Análisis de la competencia interna y externa: Crece la importancia de estar alerta a los cambios del mercado, las nuevas tendencias de consumo y las estrategias de los competidores para adelantarse a ellos.
En resumen, las pymes deberán adaptarse a una economía más estable, pero, a su vez, más desafiante. La eficiencia operativa, la innovación y la atracción del talento serán determinantes para enfrentar los nuevos retos y mantener la competitividad en este contexto emergente.
Fuente/Copyright: Alejandro Zamprile - Clarín