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Clarín

Seamos parte de esta historia

Tenemos por delante el desafío de seguir trabajando para derribar viejos mitos y creencias, que llevaron a pensar que la mujer no puede trabajar en industrias que tradicionalmente ocupaban varones.
Publicado sábado 19 de junio de 2021

Por Patricia Debeljuh

Cinco años atrás nos sorprendió una noticia que llegaba desde Estados Unidos. Un vuelo de American Airlines que cubría la ruta Miami – Buenos Aires partió con una demora de casi dos horas.

Lo insólito fue el motivo de esa tardanza: cuando el avión ya estaba próximo a partir con las puertas cerradas, una de las azafatas dio la bienvenida a los viajeros, en nombre de la piloto y de la copiloto.

Nada más escuchar que la aeronave era comandada por dos mujeres, siete pasajeros, todos varones, se negaron a viajar, exigieron bajarse, y hubo que retirar sus valijas con la consiguiente demora en la salida del vuelo.

Este hecho pone de manifiesto como ciertos sesgos mentales siguen afectando la percepción de la realidad y, en concreto, limitando la percepción del talento. Ya superamos el mito de “mujer al volante, peligro constante” y lo saben bien las compañías de seguros que afirman que son ellas sus mejores clientes, ya que tienen menores índices de accidentes y cuidan mejor sus vehículos. En Argentina, un estudio de CESVI muestra que los varones participan en más del 75% de los siniestros, mientras que las mujeres en el 24%.

Esta realidad está en parte superada, pero parecería que hay que seguir trabajando para desmitificar que la mujer no puede pilotear aviones o por qué no, naves espaciales.

Sin ir más lejos, este 20 de julio la aviadora Wally Funk de 82 años acompañará al multimillonario Jeff Bezos en el primer vuelo espacial tripulado de la compañía Blue Origin. El viaje llega con 60 años de atraso para Wally Funk, quien fue una de las 'Mercury 13', las primeras mujeres entrenadas por la agencia espacial estadounidense NASA para volar al espacio entre 1960 y 1961, pero excluidas por razones de género.

La historia de Wally nos deja muchas enseñanzas. A los 20 años se convirtió en aviadora profesional (llegando a tener más de 19.600 horas de vuelo) y unos años después fue la primera mujer, instructora de vuelo, en una base militar estadounidense, enseñando a volar a más de 3.000 personas.

Fue la 58° mujer en los Estados Unidos que obtuvo su calificación para pilotear vuelos comerciales, se postuló en 3 aerolíneas, pero al igual que otras colegas bien calificadas, fue rechazada por su género. A los principios de los ´60 la NASA permitió que un grupo de mujeres se preparasen para ir al espacio, pero aquel recordado programa llamado Mercury 13 no cumplió su objetivo.

«Me dijeron que lo hice mejor y con más eficiencia y rapidez que cualquiera de los hombres», dijo Funk en un video que circula por las redes con motivo del anuncio. «Dije que quería ser astronauta. Pero nadie quería llevarme. No pensé que alguna vez iría allí», contó.

Nunca nadie esperó tanto y ahora se convertirá en la persona de mayor edad en ir al espacio. No solo Wally Funk hizo y está haciendo historia. Investigando desde hace mucho tiempo la inclusión de la mujer en el mundo del trabajo y el rol del varón en esa agenda es necesario partir de la base de que todos tenemos sesgos y prejuicios, en mayor o menor grado, y el primer paso es identificarlos y reconocernos.

La historia de Wally y el incidente del vuelo de American Airlines nos muestran que aún hoy existe la creencia de que algunos puestos son para los hombres y otros para las mujeres, cuando en realidad una posición debería cubrirse en función del talento, competencias, habilidades y experiencias, independientemente de cualquiera de las dimensiones de la diversidad.

Tenemos por delante el desafío de seguir trabajando para derribar viejos mitos y creencias, que llevaron a pensar que la mujer no puede trabajar en industrias que tradicionalmente ocupaban varones, como la construcción o la petroquímica, entre otras. Muchas veces se justificaba esta situación por el tipo de actividad que realizan y que requiere en muchos casos de la fuerza física, aun cuando los avances tecnológicos ahorran muchos esfuerzos. Algo está cambiando ya que en esos sectores avanza la incorporación de mujeres.

El mundo del trabajo superó la barrera que imponía la fuerza física, y hoy la era del conocimiento permite nivelar el campo de juego entre hombres y mujeres.

Otros mitos, como el que afirma que las mujeres no son buenas para los números o que no pueden trabajar en una mina, están derribándose mientras crece el número de mujeres en áreas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y se abren nuevas oportunidades laborales a las mujeres en sectores que antes estaban ocupados por varones.

Las empresas tienen por delante el reto de trabajar desde el interior para desterrar estos sesgos, mitos y falsas creencias y apostar por la igualdad de oportunidades para todos, como no lo hicieron los de la NASA cinco décadas atrás.

Muchas cosas han cambiado desde entonces, sobre todo la manera de pensar, pero hay que dar un paso más. No se trata de imponer ni de forzar, sino de avanzar hacia una transformación cultural que apueste por una verdadera inclusión basada en el talento y en el mérito.

Todos estamos haciendo historia. Todos somos testigos de estos acontecimientos y de estos cambios. Cada uno desde su lugar tiene una página reservada en esta historia que lleva consigo la responsabilidad de ser parte de la transformación. El cambio lo estamos haciendo juntos: varones y mujeres. Solo así la igualdad de oportunidades será una realidad en nuestros entornos laborales.

Patricia Debeljuh es Directora del Centro Conciliación Familia y Empresa del IAE Business School, Universidad Austral.