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La dura realidad que revela el «fenómeno Coldplay»

Coldplay marcó un récord y su líder, Chris Martin, lo anunció con un video que manifiesta su entusiasmo. Más allá del éxito de la banda, el fenómeno es signo de una dura realidad. En un país con una economía en crisis, ¿por qué se vendieron en tiempo récord las entradas para llenar 10 estadios?
Publicado miércoles 8 de junio de 2022

Chris Martin compartió con emoción que Coldplay agregó un nuevo recital en Argentina. Con su décimo show en el país, la banda británica marcó un hito. Cada una de las fechas se vendió en tiempo récord. Podría ser normal, pero el dato llama la atención en medio de la crisis que atraviesa la sociedad.

De un lado de la balanza una banda británica que cautiva mucho más allá de la música y se propuso hacer una "gira ecológica" en la que -promete- habrá menos emisiones de dióxido de carbono que en las anteriores. Con el decimo recital, Coldplay rompió el récord que -hace 20 años- marcó Roger Waters. Entonces, el exlíder de Pink Floyd, hizo 9 fechas en el Monumental. De este lado, se suma el deseo contenido de ver shows en vivo después de dos años de aislamiento y casi sin recitales.

Del otro lado, un país en crisis donde cada vez es más complejo comprar dólares en el mercado oficial y donde desde el Banco Central se reconoce el faltante de divisas. En este platillo debería incluirse, tal vez, que el costo de la canasta básica aumenta mes a mes -según el Indec, se ubicó por encima de $95.000, poco más del doble del salario mínimo, vital y móvil- y que 4 de cada 10 argentinos se encuentran por debajo de la línea de pobreza.

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Entonces, se advierte que el fenómeno Coldplay es multicausal y sirve como espejo para ver la realidad del país. No se trata sólo del número récord de recitales ni de las entradas que se venden en tiempo récord. Aun hay más: desde el fanatismo que impulsa a las personas a hacer lo imposible para ver a la banda que vino por última vez en 2017, hasta la sensación de que $19.500 -el precio de las entradas más caras- no es tanto, aun cuando represente un alto porcentaje del salario. Nota al pie: las entradas se agotaron al instante en la venta oficial, pero ya pueden conseguirse en sitios de venta informal donde un pase llega a costar $85.000

Las entradas oscilan entre 40 y 95 dólares aproximadamente al cambio extraoficial y algo más si se realiza la conversión al dólar oficial. Más de medio millón de personas va a ver a la banda británica entre el 25 de octubre y el 8 de noviembre. Tras su paso por Argentina, los integrantes de Coldplay habrán recaudado varios millones de dólares (y habrán pasado más tiempo en el campo de River que muchos de los jugadores del plantel en toda la temporada, pero esa es otra historia). Sin embargo, tendrán que sortear los mismos obstáculos que cualquiera para acceder a su dinero.

Se estima que la recaudación por la venta de entradas ronde los $7.000 millones (poco más de U$58.millones al cambio oficial) de los cuáles una buena porción -U$5 millones- serán para River, donde se realizarán los 10 shows. Sin embargo, se supo que los artistas no accedieron al dólar oficial por lo que -debido a la diferencia cambiaria de Argentina- la facturación se traduce en unos U$33 millones. Y por lo que se sabe, ese será el monto ya que el Banco Central no autorizó a la productora de los shows a operar en el mercado de cambios.

El fenómeno Coldplay y el Lado B de la crisis argentina

Aparece, entonces, una clave para entender el fenómeno de Coldplay. "Hay diferentes aristas. Empezando por la categoría de la banda", sentencia el sociólogo Alejandro Piscitelli. "También el efecto de liberación de la pandemia: a medida que las medidas se van aflojando, las personas quieren volver a vivir cosas que no vivían. Además puede haber algo de emulación, que es un factor clave en la sociedad de consumo, y que tiene que ver con eso de ver que todo el mundo está yendo a ese recital y la reacción es 'Y, vamos nosotros también a ver si nos estamos perdiendo algo interesante'. Así se mueve la lógica de la moda", explica.

Con una mirada puesta en la economía, Martín Calveira -economista e investigador de IAE Business School- señala que el fenómeno Coldplay "se explica al observar el consumo de los sectores de ingresos por encima de la media que revela una preferencia por ese tipo de servicios. En una economía con inflación crónica, en muchos casos, la gente evita tener saldos en moneda local. El conflicto en este punto es la administración de divisas de un país en períodos de escasez. En otra situación probablemente esto no hubiese generado las tensiones que observamos".

Los argentinos pensamos en dólares, repiten una y otra vez los economistas. Aun cuando no se ponen de acuerdo sobre el dibujo que deberían tener los billetes, la relevancia de quitar un par de ceros o la urgencia de incorporar moneda de mayor denominación, coinciden en ese punto.

Y este "pensar en dólares" dejó de ser algo exclusivo del rubro inmobiliario. Ya todo se piensa en esos términos. Y hoy para la gran mayoría es imposible acceder al dólar. Quiénes tienen la oportunidad ahorran en esa moneda que hoy en el país es un bien escaso. Quienes no la tienen, buscan estrategias alternativas y aparece la idea del "consumo como forma de ahorro". Quizás por eso hay consumos que tienden a subir y aparecen fenómenos cómo los 10 shows de Coldplay en el Monumental.

De alguna manera, el fenómeno Coldplay está hablando de retraso cambiario. "Un espectáculo musical no debería ser cuestión importante para la macro", dice Calveira y sigue: "No obstante, esto se ve matizado con que el acceso a divisas sigue siendo restringido lo que se traduce en que las importaciones, principalmente de bienes, tienen retrasos que afectan la recuperación económica"..

¿Es el consumo una nueva forma de ahorro?

Calveira hace una aclaración al respecto: "El consumo no es ahorro, ya que a éste último lo definimos como suspender consumo presente por consumo futuro", afirma y enseguida acota: "No obstante, el gasto en bienes vinculados con la inversión como maquinarias, equipos, investigación y desarrollo, es un gasto agregado que, desde el ahorro privado y/o público, se financia en un período determinado. Por este motivo, muchos aludimos a la identidad ahorro-inversión".

"El consumo en general va más allá de la necesidad material. El consumo es una práctica social contextuada", sostiene Piscitelli y agrega: "En nuestras sociedades de consumo, este articula las relaciones sociales. Tiene ciertas características simbólicas que van más allá de la necesidad misma". Elige como ejemplo el vestuario. "Todas las civilizaciones tienen ropa que no tiene que ver con las condiciones climáticas sino con el estatus social y lo que se quiere transmitir", señala.

Este contexto es también un elemento clave en el análisis de Calveira. "El consumo depende de gustos y preferencias restringido por el presupuesto de cada persona. Las preferencias se modifican dependiendo del contexto/coyuntura en la que cada uno interactúe como consumidor", dice. Se enfoca en la economía y agrega que "en contextos inflacionarios, las preferencias se modifican por formas de consumo de corto plazo y con motivos precautorios para evitar, de ser posible, pérdidas de poder adquisitivo de los ingresos, la economía se sesga hacia el corto plazo, pues los beneficios esperados de emprender un negocio se vuelven difusos y, en consecuencia, las decisiones de inversión se restringen".

Según Piscitelli, "cuando hay inflación todo el mundo escapa al peso y va a satisfacer necesidades postergadas, renovar electrodomésticos o stockear (almacenar) lo que pueda -desde atún hasta papel higiénico, lo que sea-. Incluso esto hace subir el consumo porque todo el mundo se quiere sacar de encima los pesos". Calveira coincide en que "algunos pueden optar por dolarizarse, otros por stockear bienes no perecederos, equipamiento del hogar, consumos suntuarios, entre otros" debido al contexto aunque agrega un nota económica: "Si bien el aumento del consumo tiene efectos positivos sobre la demanda agregada, no todo el consumo es lo mismo en economías con fuertes distorsiones y desequilibrios. Más aún cuando la inversión sigue pendiente de despegue en la economía", concluye.

 

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